* La creación de la primera "luna artificial"

EL LANZAMIENTO DEL SATÉLITE SPUTNIK 1: LA CREACIÓN DE LA PRIMERA “LUNA ARTIFICIAL”

* The creation of the first "artificial moon"

Uno de los mayores logros que podemos conmemorar es la creación del primer objeto lanzado por las manos humanas que sube y no vuelve a caer: el satélite artificial. Esto gracias al cohete, que nació como arma de guerra, pero casi sin proponérselo, se convirtió en la llave para abrir todo un nuevo mundo a la especie humana: el espacio exterior.

El cohete en sí es un artefacto que tiene casi un milenio: el primer registro histórico de su uso data de la China del año 1232, en defensa contra el ejército mongol que estaba sitiando la ciudad de Kai-fung-fu. Luego el invento se diseminó a toda Asia, y en 1675 la ciudad rusa de Ustuyg fue atacada con estos pequeños cohetes de pólvora. Pocos años después los militares rusos ya los producían en una fábrica en Moscú.

Los avances en la construcción de los cañones convencionales, sin embargo, dejaron al cohete en el olvido.

En 1921, después de la Revolución Bolchevique, se fundaron en la URSS laboratorios de investigación sobre el potencial del artefacto. Entre estos investigadores estaban dos jóvenes ingenieros, Valentin Glushko y Sergei Korolev. Pronto comienzan a desarrollar cohetes de combustible líquido, más poderosos. Para la década de 1930, al igual que sucedía con otros grupos de entusiastas en otros países, sus pequeños prototipos conseguían alcances de un par de kilómetros.

En 1944, durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial y con el ejército alemán en retirada, el dictador de la URSS Joseph Stalin recibió una correspondencia del Primer Ministro británico Winston Churchill informándole de un importante centro de investigación alemán en el camino de las tropas soviéticas, y le pidió que intente capturar todo el material posible. Así, piezas de cohetes nazis V-2 fueron despachadas rumbo a la embajada británica en Moscú… con la lógica parada en los laboratorios de investigación soviéticos. Valentin Glushko y sus colegas examinaron los progresos nazis, y se sorprendieron por el tamaño de la cámara de combustión. Pronto consiguieron adivinar el desempeño del vehículo: era capaz de colocar una tonelada de explosivos a 250 km de distancia. Estaba adelantado unos 15 años a lo que entonces tenían los soviéticos.

Después de la guerra, la policía secreta soviética capturó a centenas de ingenieros y técnicos alemanes y los llevó a Moscú. Las órdenes eran construir una línea de producción de las V-2 en la URSS. La versión soviética se llamaría R-1, y en 1948 comienzan los vuelos de prueba en Kasputin Yar, sobre el río Volga. El aparato tenía 14 m de altura, 12 toneladas (lleno) y funcionaba con alcohol al 75 % y oxígeno líquido súper enfriado.

Los soviéticos instalaron oficinas de diseño en una isla del lago Seliger, 800 km al norte de Moscú, y colocaron como director al alemán Helmut Gröttrup. Le ordenaron diseñar un sucesor al R-1. Mientras tanto, Sergei Korolev hacía lo mismo. La intención de los soviéticos era comparar el trabajo de ambos equipos, de modo a saber si estaban por el camino correcto. Los alemanes serían prisioneros hasta la muerte de Stalin, en 1953.

El R-2 sería un R-1 alargado para combustible extra, con paredes más livianas. Funcionaba con alcohol al 96 % y oxígeno líquido y tenía un alcance de 600 km. Llevaba en la punta una repugnante carga de desechos radioactivos que serían dispersados como lluvia al llegar al blanco.

Con los nuevos conocimientos adquiridos de los alemanes, en los primeros años de la década de 1950 Glushko diseñó un motor mejorado, que impulsaría a un nuevo cohete, el R-5. Este artefacto tenía 21 m de altura y 29 toneladas (lleno), y era capaz de lanzar 1350 kg a 1200 km de distancia. Fue el primer misil soviético equipado con una bomba atómica, y fue producido para ataques a blancos de Europa Occidental.

EL MISIL BALÍSTICO INTERCONTINENTAL

Entusiasmados por los éxitos obtenidos, el alto mando militar soviético pidió el desarrollo de un arma suprema: un misil capaz de lanzar una bomba atómica sobre los Estados Unidos. El requisito era nada menos que arrojar una carga de 3 a 5 toneladas a 10 000 km de distancia.

Glushko ideó un nuevo motor con cuatro toberas, que funcionaba con oxígeno líquido criogénico y kerosén. Los cálculos de Korolev pronto indicaron que no sería posible semejante alcance con un vehículo de una sola etapa: eran necesarias más. Lo ideal sería un cohete montado sobre el otro, de modo a conseguir la máxima velocidad. Pero esto implicaba que el segundo cohete debería activarse en pleno vuelo, y los ingenieros no estaban seguros de poder conseguir esto. Se optó por una solución intermedia, el llamado cohete de 1 etapa y media: cohetes auxiliares se fijarían a los costados del cohete principal, con lo que todos podrían encenderse ya en el suelo. Los cohetes menores, una vez que hubiesen expulsado todo su combustible, se separarían dejando libre al principal para continuar hasta el blanco. El proyecto fue aprobado en 1954 y así comenzó el desarrollo del R-7.

El vehículo terminado tenía una enorme altura total de 33 metros, con cuatro cohetes auxiliares de 19 metros, de forma cónica, adosados a los costados. La estructura total vacía era muy liviana, de “apenas” 27 toneladas, pero se la llenaba con increíbles 253 toneladas de combustible. Su macabra bomba atómica era de de tipo termonuclear de hidrógeno, y el sistema electrónico del cohete era capaz de hacerla caer con una precisión de 10 km, suficiente para vaporizar una ciudad gracias al poder de destrucción equivalente a alrededor de 3 000 000 de toneladas de explosivos convencionales.

De las fábricas en la región de Samara los R-7 serían llevados a un nuevo centro de pruebas en Tyuratam (aunque oficialmente Baikonur, para despistar). El enorme territorio de la URSS permitía lanzar este cohete desde ese lugar en Kazakhstan, al oeste, y hacerlo caer en la península de Kamchatka, al este.

El primer vuelo exitoso ocurrió el 21 de agosto de 1957. Unos días después, la agencia oficial de noticias TASS (ahora ITAR-TASS, http://www.itar-tass.com) informaba al mundo de la creación de un misil con alcance de distancia extraordinariamente larga, de tipo balístico de más de una etapa, de hecho con capacidad nada menos que intercontinental. Pero casi nadie tomó nota de este anuncio.

SPUTNIK

Varios siglos antes, Isaac Newton había calculado que si se disponía de un brazo supergigante sería posible lanzar una piedra a tanta distancia que daría todita la vuelta al mundo antes de tocar el suelo, volviendo por el otro lado. De hecho ese es el secreto por el cual la Luna se mantiene girando alrededor de la Tierra, explicó. Más tarde, medio siglo antes del anuncio de la agencia TASS, un maestro de escuela en un pueblito rural había calculado que el único mecanismo disponible que podría hacer el papel de ese brazo supergigante sería el cohete. Su nombre era Konstantin Tsiolkovski, ruso. Ahora, gracias a los trabajos de Sergei Korolev y su equipo, la URSS había construido el brazo supergigante de Newton.

Mikhail Tikhonravov había ideado el proyecto de un grande y complicado satélite artificial con multitud de instrumentos científicos para el estudio del espacio, a ser lanzado por el R-7 en 1958. Pero debido a las circunstancias del momento, con los Estados Unidos también desarrollando misiles y desde luego interesados en satélites, los soviéticos buscaron un atajo en el apretado calendario y decidieron fabricar urgentemente una simple esfera de metal pulido del tamaño de una pelota de playa; le colocaron dos transmisores, cuatro antenas, unas baterías y lo montaron en la punta de un misil R-7.

Debido a que en vez de llevar una bomba atómica de 5 toneladas el misil ahora sólo cargaba este pequeño objeto de 84 kg, podría acelerar con facilidad hasta alcanzar los 28 000 km/h, esto es, una velocidad de 7,9 kilómetros por segundo, suficiente para convertir la teoría de Newton en realidad.

En la noche del 4 de octubre de 1957, un misil R-7 se elevaba sobre las desiertas planicies de Asia Central, rumbo al este. La gran hora llegó, en que esta máquina por fin mostraba todo su potencial adquiriendo una enorme velocidad. Después de 5 minutos de combustión los tanques ya estaban vacíos; ahora la inercia haría el resto. Cruzó el océano Pacífico, pasó por el continente americano, sobrevoló el océano Atlántico y 96 minutos después volvía sobre la Unión Soviética. Debido a la altitud en que se encontraba, más de 100 km sobre el suelo, las pocas moléculas de aire eran incapaces de frenar suficientemente su movimiento, por lo que siguió de largo, iniciando otra vuelta alrededor de la Tierra... y después otra más... y luego otra más... y otra más...

Mientras tanto, la agencia TASS (la misma de arriba) informaba al mundo que en las frecuencias de radio de 20,005 MHz y 40,002 MHz el público podía escuchar un bip-bip-bip continuo que venía desde arriba: después de siglos de sueños, el “Homo sapiens” había construido una luna artificial.

A. L.

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Publicado originalmente en ABC Color, el 8 de octubre de 2007. Fotografía: Histórico momento en que despega el Sputnik 1, primer satélite artificial del mundo. Crédito: R.K.K. Energiya; publicada también por la Comisión para el Desarrollo del Legado de los Pioneros de la Exploración Espacial en "El legado creativo del académico Sergei Pavlovich Korolev: trabajos y documentos seleccionados", Mstislav Keldysh, presidente de la mesa editorial, Georgiy Vetrov, editor administrativo y compilador, Editorial Nauka, Moscú, 1980, sobrecubierta.