* ¡El Gran Cometa que casi nos lo perdimos!
EL ELUSIVO C/2006 P1 (MCNAUGHT): ¡EL GRAN COMETA QUE CASI NOS LO PERDIMOS!
* The Great Comet that we almost missed!
Nuevos cometas son constantemente descubiertos, pero muy pocos son suficientemente brillantes como para ser visibles a simple vista. Los capaces de captar la atención del público en general son más raros aun, en promedio uno por década. Pero en enero de 2007 el elusivo C/2006 P1 (McNaught) fue, muy brevemente, el más espectacular de los últimos 40 años.
El cometa C/2006 P1 (McNaught) fue atípico en muchos sentidos: por su brillo extremo, por su larga y hermosa cola, pero también porque fue notoriamente difícil de observar. Todo esto fue debido a que pasó muy cerca del Sol, que es el que comanda su actividad, pero esto también se traduce en que sólo podía ser visto demasiado temprano en la noche, muy cerca del horizonte y por muy pocos minutos cada día debido a la rotación de la Tierra. La prestigiosa revista “Sky and Telescope”, para aficionados a la Astronomía, hizo una encuesta en su site en Internet en la que 68% de sus lectores respondieron que infelizmente no consiguieron verlo.
La historia de este cometa comienza por el proyecto “Catalina Sky Survey”, una red de tres telescopios que escanean diferentes partes del cielo en busca de objetos que puedan amenazar a la Tierra. Dos de estos telescopios están en el hemisferio Norte y el tercero está en Siding Springs, Australia, el único observatorio profesional que realiza esta importante tarea de monitoreo en los cielos del hemisferio Sur. Esta red de tres telescopios descubrió casi 400 asteroides nuevos en el 2006, lo que representa más del 60% del total mundial de descubrimientos del año pasado.
El telescopio de 50 cm de diámetro de Siding Springs descubrió también 29 cometas en casi tres años de operación. Pero uno de ellos sería diferente.
El 7 de agosto de 2006 la cámara electrónica CCD del telescopio sacó 4 fotografías de rutina de un área del cielo conocida como Ofiucus. Un programa de computadora comparó automáticamente esta secuencia de fotografías, y detectó que algo se movía entre las estrellas del fondo. El astrónomo Rob McNaught confirmó que se trataba de un cometa, y lo describió como una pequeña nube, tan lejos de la Tierra que su ancho aparente era de 180 veces más pequeño que 1 grado. La estimativa de brillo era de magnitud decimoséptima; las estrellas más brillantes son de primera magnitud.
La confirmación vino rápidamente: horas después, Cristóvão Jacques y Eduardo Pimentel fotografiaron el mismo cometa a través de un telescopio aficionado de 30 cm de diámetro, desde Belo Horizonte, Brasil.
Los datos de posición y movimiento fueron pasados a Brian Marsden, del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsoniano, cerca de Boston, Estados Unidos, donde se lo catalogó oficialmente como “C/2006 P1 (McNaught)”. El 8 de agosto, usando datos de 19 observaciones consecutivas a lo largo de un poco más de 1 día, el Centro calculó que este cometa estaba a unos 525 millones de kilómetros del Sol y se estaba acercando.
Los cometas son restos de la formación del Sistema Solar, comúnmente polvo y gases, que permanecen congelados en las profundidades del espacio, en una región conocida como la Nube de Oort, que es un envoltorio que rodea al Sol y sus cercanos planetas. En este sentido, los cometas son fósiles de las primeras eras del Sistema Solar. Por alguna perturbación en sus movimientos, estos cuerpos alteran sus trayectorias y caen hacia el interior, donde está el Sol y donde estamos nosotros.
Usando 39 tomas de posición entre el 7 y el 11 de agosto, Marsden calculó que el nuevo cometa se acercaría hasta apenas 25 millones de kilómetros del Sol, mucho más cerca que la Tierra, Venus e inclusive Mercurio. Debido al calor del Sol los hielos se derriten y en el vacío del espacio se convierten en gas. Lo que era un minúsculo bloque helado de algunos kilómetros se verá envuelto en una gigantesca nube de muchos miles de kilómetros de diámetro. Cuanto más cerca del Sol, mayor el derretimiento y más grande la nube, aparte de quedar más iluminado por el resplandor de nuestra estrella central. Su trayectoria indicaba la posibilidad de tener un cometa muy brillante visible desde la Tierra para enero de 2007. El interés en el C/2006 P1 subió, aunque con cautela, porque se sabe que la actividad de los cometas suele ser impredecible.
Efectivamente, al acercarse al interior del Sistema Solar el brillo del cometa fue aumentando: para el 26 de agosto ya estaba en magnitud 16, para el 12 de setiembre en magnitud 15 y diez días después en 14, más o menos el mismo brillo que Plutón. Ya se lo veía más grande, con un diámetro aparente de 30 veces menor que 1 grado.
Para octubre el brillo del cometa llegó a magnitud 12, pero paradójicamente también empezó a hacerse más difícil de observar, porque al acercarse al Sol los astrónomos tenían que apuntar sus telescopios cada vez más cerca del horizonte, hacia donde se había ocultado el sol, con la consiguiente interferencia de nubes, suciedad en el aire y el resplandor de las luces de las ciudades.
Para noviembre el cometa ya estaba muy bajo, tan cerca del Sol que había que observarlo poco después de que el astro rey quedara oculto por el horizonte terrestre, con el cielo todavía claro. A pesar de que su brillo seguía aumentando hasta magnitud 10 y luego 9, estaba desapareciendo de nuestros cielos en el resplandor del Sol.
El cometa desapareció completamente de los telescopios durante diciembre.
Finalmente, un día después de Navidad el aficionado Piotr Guzik, observando desde Krosno, Polonia, con un telescopio de 20 cm, lo detectó nuevamente durante el atardecer. Estimó su brillo en magnitud 4,5, lo que significa que ya había pasado el umbral en que teóricamente el ser humano puede ver un objeto astronómico a simple vista, que es sexta magnitud.
Pero este objeto era atípico porque estaba rodeado por el fuerte resplandor del Sol. Habría que esperar a que se haga más brillante todavía para que se resalte del anaranjado cielo circundante.
En la víspera de Año Nuevo, Kenlchi Kadota, desde Ageo, Japón, con ayuda de un telescopio de 25 cm y una cámara CCD, reportó detectar una cola que se extendía por una longitud de 4 minutos de arco en el cielo. La cola no es otra cosa que la nube de finas partículas, que salen del núcleo que se derrite, que por la radiación del Sol se estira impresionantemente, normalmente hasta llegar a tener millones de kilómetros. Por ser repelida por el Sol, la cola apunta siempre en dirección contraria a nuestra estrella central, o sea que cuando el cometa se aleja la cola va en frente.
En los primeros días del 2007 los aficionados ya conseguían verlo con binoculares, primero con los de alto poder, pero para el día 5 ya estaba al alcance de binoculares comunes de 8 aumentos x 30 mm, como reportado por Burkhard Leitner, quien desde Austria estimó que el cometa finalmente había alcanzado un brillo de primera magnitud.
En el atardecer del Día de Reyes, organizaciones de aficionados empezaron a recibir mensajes de parte de todo tipo de personas comunes que comentaban que había alguna extraña cosa en el cielo, visible a simple vista, aunque muy bajo sobre el horizonte. El Gran Cometa de 2007 había llegado.
Avanzando a miles de kilómetros por hora, el 12 de enero el cometa C/2006 P1 (McNaught) llegó a su perihelio, o distancia mínima al Sol. Apareció en las cámaras de los satélites sonda “Solar-Terrestrial Relations Observatories” (STEREO), lanzados el año anterior, y el “Solar and Heliospheric Observatory” (SOHO), que fotografía el Sol las 24 horas del día desde 1996.
El SOHO ha fotografiado muchos cometas que se acercaron al Sol en los últimos 10 años, pero cuando el C/2006 P1 (McNaught) entró en su campo de visión fue obvio que era por lejos el más brillante de todos. Diversos instrumentos mostraron que los cometas están compuestos por hielo de agua y por CO2 congelado (hielo seco), pero también contienen gran variedad de moléculas basadas en carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, como las que componen los seres vivos. Se cree que los impactos de cometas con la Tierra primitiva jugaron un papel muy importante en el origen de la vida en este planeta.
El cometa alcanzó su máximo brillo aparente desde la Tierra entre el 13 y el 14 de enero. Era tan brillante que pasó al lado negativo de la escala de magnitudes, entre magnitud -5 y magnitud -6. Esto quiere decir que en esos días era el tercer objeto más brillante del cielo, después del Sol y la Luna. El domingo 14 de enero el C/2006 P1 (McNaught) hizo historia cuando aficionados con alguna experiencia, inclusive desde bien al Sur del ecuador, reportaron que el cometa estaba visible a simple vista en plena luz del día.
Al dar la vuelta por el Sol y comenzar a retirarse, la trayectoria del cometa lo llevó hacia el sur y comenzó el espectáculo para los que viven en este hemisferio de la Tierra.
Día tras día, al alejarse del resplandor del astro rey, el C/2006 P1 (McNaught) fue paulatinamente quedando en cielo cada vez más y más oscuro, y la cola comenzó a crecer a la vista de los observadores. Para el 17 de enero su longitud se estimaba en 5 grados; para el 18 de enero en 15 grados; para el 22 de enero llegaba a 25 grados. (El ancho de un puño visto con el brazo extendido es de aproximadamente 10 grados). El 23 de enero, observando desde lugares alejados de la contaminación luminosa de las ciudades, la espectacular cola llegó a un máximo de 35 grados a simple vista.
Como la cola está compuesta tanto por gases como por polvo, a veces estos se separan y se ven dos colas: una que es más azulada y más recta son los gases empujados por la radiación del Sol; y la otra, más amarillenta, es el polvo. Las colas suelen ser distorsionadas por el campo magnético y la gravedad del Sol, y fue adquiriendo forma de cola de caballo.
El espectáculo que ofreció en estas latitudes fue superior a las pasadas del C/1995 O1 (Hale-Bopp) de 1997, el C/1996 B2 (Hyakutake) de 1996 y el mismísimo 1P/Halley de 1986, aunque estos fueron mucho más fáciles de ver. Para los que consiguieron verlo, luchando contra las nubes de lluvia de El Niño, fue probablemente el cometa más espectacular desde el C/1965 S1 (Ikeya-Seki) de 1965.
En la última semana de enero nuestra Luna hizo su aparición sobre el horizonte oeste y empezó a empañar la visión del cometa. El C/2006 P1 (McNaught), simultáneamente, continuaba alejándose del Sol y su actividad comenzaba a disminuir. Para la noche del lunes 5 de febrero, otra vez sin Luna, la cola ya se había encogido a un largo de 12 grados vista desde aquí.
El brillo fue disminuyendo rápidamente, volviendo a los números positivos de la escala, y durante la segunda semana de febrero nuevamente pasó a debajo del umbral de magnitud 6, quedando invisible para el ojo humano sin binoculares o telescopios, mismo lejos de la contaminación luminosa de nuestras ciudades.
El C/2006 P1 (McNaught) está desapareciendo lentamente en el área del cielo conocida como Tucana, de vuelta a las congeladas profundidades del espacio. Su órbita elíptica alrededor del Sol es tan alargada que no se espera que vuelva por aquí en por lo menos miles de años más.
Y en ese tiempo podremos seguir admirando las hermosas fotografías.
A. L.
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Publicado originalmente en ABC Color, el 12 de febrero de 2007. Fotografía: El cometa C/ 2006 P1 (McNaught) visto desde North Head en Sydney Harbour, Sydney, Australia, en la tardecita del 16 de enero de 2007. Crédito de la fotografía: Günther Egger (licencia original, de la fotografía únicamente, obtenida en: http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/deed.es). Con permiso de Günther Egger.