* La ruta al Lejano Oriente

DESDE LA PREHISTORIA HASTA LOS TIEMPOS DE HOY: LA RUTA AL LEJANO ORIENTE

* The route to the Far East

Unos años atrás, al disfrutar por la televisión de los Juegos Olímpicos de Beijing, era fácil olvidar lo distante que una vez estuvo de los occidentales esta cultura. A los Juegos Olímpicos originales sólo conseguían acudir atletas del Mediterráneo y el Mar Negro. En 2008 acudieron a Beijing atletas de 204 naciones de todo el globo. Impresiona pensar que “el largo viaje en avión hasta China” era antes “el largo viaje en barco”, y antes de eso, “el largo viaje a lomo de caballo y a pie.”

Ya desde la prehistoria, existen evidencias de intercambios entre las culturas de Oriente y de Occidente, aunque a distancias relativamente cortas. Por ejemplo, entre los tesoros del Egipto de hace 6000 años se ha encontrado lapislázuli, una piedra semipreciosa cuya única mina en el mundo antiguo estaba en Afganistán. En la región de Tarim, en China, se ha desenterrado a comienzos del siglo XX momias, de entre 2500 y 3800 años de antigüedad, que claramente muestran rasgos occidentales. Análisis de DNA realizados en el año 2005 muestran que esos individuos provenían del sur de Rusia. En el sitio arqueológico de Bagram, ciudad de Afganistán abandonada en el siglo II, se ha encontrado un palacio con un tesoro consistente en artefactos de Siria, Egipto, China y Grecia. Evidentemente era fruto del comercio de aquella localidad con mercaderes de estas civilizaciones.

En el año 130 antes de nuestra era, la dinastía Han de China mandó por primera vez un diplomático, Zhang Qian, a la región de Persia. Su informe entusiasmó a las autoridades chinas de tal manera que estos contactos se intensificaron notablemente.

LA LLEGADA DE LA SEDA A ROMA

Para el siglo I antes de nuestra era, historiadores como Plinio el Viejo y Séneca el Joven relataron que llegó a Roma un novedoso tejido que permitía a las mujeres estar vestidas y desnudas al mismo tiempo. Dijeron que provenía del Lejano Oriente, de un lugar conocido como China.

Por esa época, los chinos se establecieron en Asia Central, y aparentemente desde ahí se iniciaron contactos con el Imperio Romano. El historiador romano Florus relata que César Augusto recibió a diplomáticos que provenían de un país distante cuatro años de viaje. Describió que eran de complexión física muy diferente a la de los occidentales.

Al mismo tiempo los romanos, luego de la conquista de Egipto, fundaron numerosos puertos en el Océano Índico, llegando hasta la propia India. Consta que se han encontrado monedas romanas en lugares tan distantes como Vietnam. En documentos oficiales recopilados por el historiador chino Fan Ye, hay un relato de que en el año 166 de nuestra Era llegaron hasta China un grupo de súbditos del Imperio Romano. Pocos años antes el astrónomo griego Claudio Ptolomeo publicó un mapa que indicaba claramente la presencia de China en el Lejano Oriente.

Si bien que el Imperio Romano y el Chino sabían de la existencia el uno del otro, hasta ese momento, y por los siguientes siglos, nadie había viajado desde el Lejano Oriente hasta Europa. El comercio se hacía por intermedio de varios y diversos otros imperios establecidos en Asia Central. Esta ruta quedó conocida como “La Ruta de la Seda”.

EL IMPERIO MONGOL

En la Edad Media, gran parte de Asia fue unificada bajo el Imperio Mongol. Esta unión política permitió que los individuos puedan desplazarse sin ser demasiado molestados, hasta por miles de kilómetros sin interrupción. Entre los primeros en aprovechar este nuevo libre tránsito estuvieron los misioneros cristianos, entusiasmados por la noticia de que el Evangelio de Jesucristo había llegado a oído de los chinos.

En 16 de abril de 1245 el franciscano Giovanni da Pian del Carpine salió de Lyon, Francia, rumbo a Karakorum, capital del Imperio Mongol, llevando una carta del Papa. Llegó a su destino el 24 de agosto de 1246, en tan lamentable estado que necesitó estar con el cuerpo fuertemente vendado para poder mantenerse erguido sobre el caballo.

Las autoridades locales, sin embargo, no se mostraron demasiado impresionadas, y como toda respuesta al Papa, exigieron que sea éste quien se someta al dominio mongol. Aún así, no se opusieron a que misioneros occidentales trabajen en Mongolia.

MARCO POLO HASTA BEIJING

Otros europeos más empezaron a movilizarse por el enorme Imperio Mongol. Una familia de mercaderes de Venecia, con negocios en Constantinopla (actual Estambul, Turquía), se adentraba más y más hacia el Este, mudándose de ciudad en ciudad a través de los años según lo requiriesen las condiciones económicas o políticas reinantes en cada momento. Su apellido era Polo. En 1264, estando establecidos en Uzbekistán, los hermanos Niccolò y Maffeo Polo se unieron a una caravana oficial que se dirigía a la nueva capital del Imperio, la ciudad china de Beijing. Llegaron allá en el año de 1266.

Los italianos le cayeron en gracia al gobernante Kublai Khan, quien les solicitó que volviesen a su país natal llevando una carta suya para el Papa. Así lo hicieron, llegando a Venecia alrededor del año 1269.

El Papa envió su respuesta a Kublai Khan, nuevamente por manos de los hermanos Polo, quienes partieron de Venecia en 1271 de vuelta a lo que llamaban “Catay”. Esta vez Niccolò llevó a un hijo suyo, un joven de 17 años llamado Marco.

Marco Polo era una persona de conversación agradable, y esto contribuyó para que Kubla Khan lo convirtiese en su protegido, una vez que finalmente lo conoció en 1274 en Beijing. Los tres Polo pasaron los siguientes 17 años viviendo en China. Marco inclusive llegó a ser nombrado alto funcionario, y asignado a la ciudad de Yangzhou.

Al acercarse la muerte de Kublai Khan, los Polo obtuvieron su permiso para retirarse de la vida en la corte china y volver a su tierra natal. Arribaron a Venecia en 1295, completando una ausencia de 24 años.

Significativamente, Marco Polo publicó su autobiografía, que se convirtió en best seller instantáneo. Contenía la primera descripción de primera mano que tuvieron los europeos de los pueblos, costumbres, avances y cultura de la hasta entonces desconocida China. En cierto sentido, Marco Polo “descubrió” a los chinos para los europeos.

Notablemente, unos años después de la llegada de Marco Polo a Beijing, el mongol Rabban Bar Sauma, nacido en Beijing y admirador de Jesucristo, decidió realizar una peregrinación a Jerusalén. Por tensiones políticas en la zona no consiguió su objetivo, pero se estableció en Bagdad, dedicándose al sacerdocio. Muchos años después, los gobernantes mongoles le tomaron en cuenta y le encargaron la misión diplomática de contactar al Papa. Llegó a Roma en 1287. Siguió su gira por Europa hasta llegar a Burdeos, Francia, en 1288. De vuelta a Bagdad, sus extraños relatos causaron impacto.

En 1951 se encontró en Yangzhou una tumba con la siguiente inscripción en letras góticas: “En nombre de Dios, amén. Aquí yace Katerina hija alguna vez del señor Deici de Vilionis, que murió en el año del Señor milésimo CCC XXXX II [esto es, año 1342 C.E.], en el mes de junio.” (fotografía reproducida por Frances Wood, "The silk road. Two thousand years in the heart of Asia", University of California Press, 2004). Serían miembros de una comunidad italiana que logró establecerse en China, apoyada por franciscanos.

LA CAÍDA DE CONSTANTINOPLA

En 1453 la ciudad de Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, fue tomada por los turcos. Esto representó la culminación del surgimiento del poder musulmán en Oriente Medio. Una vez más, el Lejano Oriente y Occidente quedaron políticamente separados, reapareciendo imperios intermediarios en la Ruta de la Seda.

Sin embargo, a esas alturas el desarrollo de la navegación marítima hizo que rápidamente se encontrasen alternativas. Los primeros que se destacaron en esta nueva empresa fueron los portugueses, fundando puertos en la costa africana hasta llegar a Mozambique, pasando de ahí a la India y finalmente llegando a establecerse en Macau, China, en 1557. Potencias rivales, como los reyes de Castilla, no pudieron sin embargo utilizar esta nueva ruta, y es ahí que un destacado marino Genovés, estudiando detenidamente los documentos de Marco Polo y de Claudio Ptolomeo, sugirió que sería técnicamente posible llegar a Oriente yendo por Occidente. En 1492 lo intentó, jugándose literalmente la vida con su teoría. Pero encontró un inesperado obstáculo a medio camino. Este explorador era desde luego Cristóbal Colón, y su obstáculo fue el hasta entonces desconocido continente americano. Sólo entre 1519 y 1521 otra expedición española, al mando del extranjero Fernão de Magalhães, logró contornar el obstáculo y llegar a Filipinas; de ahí volvieron a Europa por el camino tradicional, convirtiéndose así en la primera tripulación en dar una órbita alrededor del planeta.

La ruta más corta sin embargo seguía siendo contornando África, y nuevas potencias, como el Imperio Británico, siguieron comerciando por ese camino. El último representante de esta Era fue el famoso “clipper” Cutty Sark, quien en 1872 llevó un cargamento de té de Shangai a Londres en sólo 122 días, mismo con el timón roto.

LA MODERNIDAD

En 1869, la apertura del Canal de Suez, cortando Egipto, permitió que los recientemente inventados buques de vapor pudiesen llegar a China en cuestión de semanas. En el siglo XX llegó el telégrafo, atravesando Rusia. Aprovechando esta seguridad, en 1907 un automóvil Itala 35/45 hp transitó de Beijing a París, ganando una carrera de cinco autos. Para 1934 las máquinas voladoras de la Imperial Airways ya unían Londres con Hong Kong, en viajes de 26 escalas y 4 cambios de aviones, pero de apenas 10 días y medio. En 1939 llegaron por la ruta del oeste los hidroaviones de la Pan Am estadounidense.

Hoy se puede tomar un avión jet en Venecia y, con apenas una escala en Roma para interconexión entre las aerolíneas Alitalia y Cathay Pacific, llegar a Beijing en menos de 15 horas. El nombre del aeropuerto de partida invita a reflexionar y al mismo tiempo celebrar esta gran hazaña humana: se llama Aeropuerto Internacional Marco Polo.

A. L.

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Publicado originalmente en ABC Color, 18 de agosto de 2008. Fotografía: El Cutty Sark en dique seco en Greenwich, Londres, Reino Unido, 24 de enero de 2005. Crédito de la fotografía: Gordon Joly, de Atelier Joly, by Louise & Gordon Joly (licencia original, de la fotografía únicamente, obtenida en: http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/deed.es). Con permiso de Gordon Joly.